Nacional
Crónica
05/08/2021
El dato, al cierre del invierno meteorológico, es preocupante: en la Región Metropolitana cayeron 59,2 mm de agua, cuando la cifra normal para la fecha debería variar entre 139 mm y 237 mm.
La situación es igual de crítica en las demás regiones de la zona central: en Valparaíso solo cayeron 94,4 mm y los registros de Curicó, en el Maule, muestran la caída de apenas 83,2 mm. El déficit hídrico se calcula en torno al 70% y los expertos señalan que ha sido el peor año de sequía desde 1998.
"Estamos comenzando a sufrir algunos de los efectos más esperados, más anticipados y más previsibles del cambio climático: nos estamos quedando sin agua en la zona central y además estamos experimentando temperaturas extraordinariamente anormales", señaló el líder del Grupo de Investigación Antártica de la Usach, Raúl Cordero.
El experto hizo un énfasis especialmente dramático: "La respuesta corta a si esto es reversible es 'no'", dijo.
"No es reversible ni en el corto ni en el mediano plazo. En el mejor de los casos, lo que vamos a lograr es detener el empeoramiento de la situación", añadió. El fenómeno recuerda a otro: la "deuda de sueño", lo que ocurre cuando se priva al cuerpo del descanso que le corresponde. Por mucho que una persona duerma 16 horas al día siguiente, si en la jornada anterior no durmió 8, entonces esas horas extras no "reponen" el daño que ya se le hizo al organismo. Lo perdido, está perdido.
"Y no es lo mismo que llueva 20 veces a lo largo de tres meses y cada vez llueva un poco o algo más, a que llueva tres veces en el mismo tiempo y cada vez llueva mucho. No es el caso, pero aun si en promedio fuera la misma cantidad de lluvia, el impacto es totalmente distinto", agrega el director del Centro de Energía y Desarrollo Sustentable UDP, Claudio Huepe.
Y es que esa es otra característica de la crisis climática: los fenómenos extremos. "Es probable que, si bien vamos a tener menos lluvia en promedio, tengamos lluvias más fuertes y concentradas en poco tiempo, con lo cual se genera un impacto porque son difíciles de almacenar y en cierta época pueden producir aluviones", advierte Huepe.
"Esto no debería cambiar, por lo menos no en un tiempo que a nosotros nos sea relevante. Quizás cambie en 100 años, pero para efectos prácticos para nosotros ya no cambió".
Un "trastorno climático"
"Hemos planteado en investigaciones desde el año 90 que la pluviometría en la zona central de Chile venía decayendo y en ese momento debieron haberse tomado en cuenta esas investigaciones", señala por su parte el agroclimatólogo del Centro de Investigación y Transferencia en Riego y Agroclimatología y académico de la U. de Talca, Patricio González.
En esa época, ya se sabía que las precipitaciones venían decayendo, específicamente entre La Serena y Chillán. "Esto se aceleró a partir del año 2000, porque el cambio climático avanzó tan rápido que nos alcanzó. A partir de 2010 en adelante, ya nos sobrepasó, ahora va más adelante que nosotros, y ahora llevamos una megasequía de 14 años en la zona central", comenta.
Los datos respaldan la sensación de crisis: el déficit de nieve en Coquimbo, explica, se calcula en un 96%, en Valparaíso llega al 92%, en la RM alcanza el 99%, en Maule un 97% y en Biobío un 78%. "Eso sumado a un promedio de más del 80% de déficit de precipitaciones", añade. "Esta ya no es una megasequía ni una hipersequía: esto es un cambio climático", asegura.
"Hemos pasado, entre Valparaíso y Maule, de un clima mediterráneo —de cuatro estaciones, con 800 mm o 900 mm de lluvia— a un clima semiárido cálido. Nunca ha habido en la historia de Chile una megasequía de 14 años, esto ya es un trastorno climático en que la estructura climática de la (zona) central se ha visto alterada fundamentalmente por la crisis climática mundial y el alza de temperatura de la tierra", advierte.
La situación, continúa, se seguirá profundizando. "En Santiago, en la década de 2010 a 2019, el promedio de lluvia en Santiago fue de 197 mm. Entre 1920 y 2009, las décadas terminaban normalmente sobre los 340 mm. Se nota que hay una perturbación climática y esto no tiene vuelta para nosotros. A Chile hay que declararlo oficialmente en emergencia climática", sugiere.
¿Adiós al clima mediterráneo?
Según explica González, las decisiones para evitar que este fenómeno siga empeorando se tienen que tomar de inmediato. Menciona, por ejemplo, que gobernadores regionales y delegados presidenciales deberían elaborar un plan de mitigación y adaptación al cambio climático en agosto mismo. "El clima no nos va a esperar y la ciencia ya ha dado su veredicto.
La decisión, ahora, es política", dice. "En tres años más, el costo para abordarlo va a ser tres veces mayor que en la actualidad. Hay que entender que el clima mediterráneo, como lo conocíamos en la zona central de Chile —que era de cuatro estaciones, con un invierno que iba de mayo a agosto, con lluvias torrenciales, con temporales que duraban una semana, con 4 o 5 metros de nieve, con primaveras de transición y veranos cálidos— ya no lo vamos a tener", detalla.
Lo que tendremos, asegura, es "un invierno corto de lluvias en promedio de 400 mm en la zona central de Chile, con escasa nieve, y con un largo verano que va a empezar en noviembre y a terminar en marzo, con olas de calor que van a incentivar otros patrones de regadío: si antes había que regar tres veces, ahora habrá que regar ocho. Para no llegar a esa crisis en 2025, hay que hacer algo hoy", enfatiza. Con él coincide Cordero en la Usach.
"Dejar de tener un clima mediterráneo y pasar a tener un clima semiárido desafortunadamente es más o menos inevitable: ya perdimos casi un 30% de precipitaciones en toda la zona central en las últimas tres décadas y es probable que esa continua pérdida de precipitaciones siga al menos hasta mediados de siglo. No hay manera de revertir este problema en el corto plazo", agrega.
"Todos los estudios ya lo habían predicho hace 15 años. Ahora se está dando la realidad y lo estamos experimentando, pero no es algo sorpresivo", acota Huepe. Además, el académico señala que el país no se ha preparado para enfrentar estas nuevas condiciones climáticas.
"Hay una serie de impactos y riesgos producto de este cambio que nosotros no hemos explorado ni analizado en profundidad, tenemos algunas cosas hechas pero ¿son esos niveles de riesgo suficientes dados los cambios que estamos teniendo?", cierra.