Lo primero, y para quienes no hayan escuchado este término, la procrastinación es cuando postergamos algunas actividades, decisiones y acciones importantes, y estas son reemplazadas por otras más irrelevantes o mucho más agradables y entretenidas, generando así una dilación que puede ser por miedo a lo que pueda pasar.

El proceso de dilación es natural cuando algo no es fácil de enfrentar o no se tienen todas las herramientas, sin embargo al procrastinar en demasía, aparecerá en algún momento el pánico, que es lo único que hará sacarnos de la inacción y movernos con celeridad a realizar lo que habíamos postergado.

Esto se da cuando hay plazos que cumplir, entregar un proyecto, presentar una postulación, estudiar para un examen, entre otros, se podría ir dejando pasar el tiempo sin hacernos cargo ahora, dejándolo para mañana y así sucesivamente hasta que el plazo esté más cerca y el pánico aparezca y nos haga pasar de ocio, relajo y entretención, a estrés, a usar la lógica, poner foco y a intentar sacar la tarea en menos tiempo.

Pero qué pasa cuando hay tareas que no tienen plazo, es la actitud, la automotivación y el querer ganarle a la procrastinación se hacen más necesarias de manejar y desarrollar, porque si no existe un plazo no hay nada que nos apure, podríamos pasar en el ocio, hacer cosas irrelevantes y nada productivo que ayude a nuestro emprendimiento, a nuestro trabajo, a un proyecto, a desarrollar nuevas habilidades, o ponernos en forma.

Por esto, la respuesta sería que todos somos procrastinadores, algunos lo asumen y otros no, los primeros saben manejarlo de muy buena manera, porque es parte de su vida y es así como administran su día y sus prioridades, el desafío está en los  que no lo asumen.

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Autor: Máximo Martínez Campos