Hoy en día, los celulares han pasado de ser simples herramientas a convertirse en una extensión de nosotros mismos. Los adultos podemos decidir cómo y cuándo usarlos, pero en el caso de los niños, la relación con estos dispositivos es cada vez más preocupante. Es común ver a niños pequeños con un celular en la mano, inmersos en la pantalla mientras el mundo sigue a su alrededor. 

A diferencia de los juguetes tradicionales, los celulares no ayudan al desarrollo motor ni fomentan la parte emocional o social del niño como lo haría jugar con otros. Las pantallas, si se usan en exceso, pueden volverse tan absorbentes que los niños pierden la habilidad de estar presentes en el momento. A esto se suman riesgos, como el ciberacoso, el contacto no deseado con desconocidos, o con  personas peligrosas que intenten interactuar con ellos.

Recuerdo una vez que llevé a mis hijos al circo, me sorprendió ver niños viendo videos en sus teléfonos, absortos mientras los artistas actuaban. Ni siquiera un show pensado en ellos lograba captar su atención. ¿qué responsabilidad tenemos como adultos?, pasamos el celular a los niños por nuestra comodidad, para tenerlos entretenidos o localizables. Por ejemplo, ¿qué sentido tiene que un niño lleve un celular al colegio? Ante una emergencia, los colegios disponen de teléfonos de contacto.

Es común ver en reuniones familiares, en restaurantes, a personas desconectadas de los demás, cada uno sumido en su celular mientras espera la comida. Nos entretenemos, pero no con quienes están a nuestro lado, sino creando contenido para una audiencia digital, para esos "seguidores" que muchas veces ni siquiera conocemos. 

Debemos preguntarnos si queremos que nuestros hijos crezcan en un mundo donde los momentos valiosos se ven interrumpidos por la necesidad de "compartir" o de estar inmersos en una pantalla, perdiéndose de la realidad y de la compañía de quienes están a su alrededor.

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Autor: Máximo Martínez Campos