Industria apícola: coincide en necesidad de crear un Registro Nacional de Polinizadores Profesionales

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04/10/2025


La apicultura chilena vive un momento de auge que se refleja en las cifras: según la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa) del Ministerio de Agricultura, las exportaciones de abejas crecieron un 52% en 2024 respecto al año anterior, con Canadá como principal destino, seguido por países europeos. Esta expansión ha puesto al Biobío en el mapa como un actor clave en la exportación de genética apícola de alto valor.

El atractivo radica en una combinación única: abejas reinas libres de enfermedades, resilientes a cambios de clima, con alta capacidad de reproducción en primavera y, quizás lo más valorado en los mercados internacionales, su mansedumbre.

Estas características, sumadas al aislamiento geográfico de Chile, que posee una barrera natural como la cordillera de Los Andes, el desierto de Atacama y el Océano Pacífico, han permitido que el país mantenga un estatus sanitario inédito en Latinoamérica.

Sin embargo, el desafío es conservar esa ventaja competitiva en el tiempo. Apicultores y representantes del sector coinciden en que la clave pasa por la creación del Registro Nacional de Polinizadores Profesionales, iniciativa que busca dar trazabilidad, orden y garantías de calidad sanitaria al traslado interno y la exportación de material biológico apícola.

Un mercado más allá de la miel

En Biobío, Daniel Iraira, gerente administrador de la cooperativa Bee Queens Chile, dijo que el debate sobre el registro es urgente. Según explicó, la apicultura chilena hace años dejó de depender únicamente de la producción de miel o polen, y encontró en la venta de genética apícola un mercado de alto valor en países como Canadá y varias naciones europeas.

“Chile es hoy el único país de Latinoamérica que puede exportar material biológico apícola a mercados de alto valor. Eso nos da una ventaja que debemos proteger. Si no establecemos este registro, corremos serios riesgos de perder el estatus sanitario que tanto nos distingue”, advirtió el representante de esta entidad local que se concentra entre Los Ángeles y Santa Bárbara; esta última, denominada como la “capital nacional de la miel”.

El dirigente recordó que países vecinos enfrentan enfermedades como la loque americana y europea, además de problemas de africanización de abejas, condiciones que Chile no presenta. En su opinión, el registro permitiría que cada traslado de colmenas dentro del país cuente con un certificado que acredite la ausencia de estas amenazas.

“El mercado es enorme: sólo Canadá compra cada año alrededor de 230 mil abejas reinas y más de 400 mil paquetes de abejas. Estamos hablando de un polo de desarrollo para la apicultura profesional chilena, y el registro es una herramienta indispensable para cuidarlo”, destacó.

Iraira fue enfático en advertir que la falta de control sobre los movimientos internos de colmenas podría exponer a la industria nacional a riesgos sanitarios innecesarios. “Si no controlamos los traslados de norte a sur y viceversa, podemos echar por tierra este buen pie en que está la apicultura chilena. El llamado es a que el SAG actúe, como lo hace en casos de fiebre aftosa o la mosca de la fruta”, subrayó.

El antecedente del 2019

Coincidiendo con el diagnóstico, Mario Flores, presidente del Movimiento Nacional de Apicultores de Chile (MONACHI A.G.), sostuvo que el Registro de Polinizadores Profesionales es solo el primer paso. En su visión, también se requiere avanzar hacia un Registro de Exportadores de Material Biológico Apícola, que asegure trazabilidad y respaldo institucional en cada envío.

“El año 2019 fue un golpe durísimo. Air Canadá cerró de manera unilateral los embarques de ‘Abejas de Chile’ y eso dejó en tierra miles de paquetes destinados a ese país, con pérdidas millonarias y la caída de un mercado estratégico. Ese episodio nos mostró que la improvisación y la falta de un marco regulatorio pueden costarnos años de trabajo y credibilidad”, recordó.

Para Flores, un registro de exportadores permitiría blindar al sector frente a contingencias y, al mismo tiempo, entregar mayor confianza a compradores internacionales. “Esto consolidaría a la apicultura chilena como una industria de excelencia y altamente competitiva en el mundo”, afirmó.

La mirada institucional

Desde el Gobierno, la iniciativa también está en revisión. Pamela Gatti, seremi de Agricultura del Biobío, precisó que el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) no está facultado para otorgar la calidad de “profesional” a quienes se dedican a la apicultura. Lo que sí existe es el Sistema de Información Pecuaria Apícola (SIPEC Apícola), donde se registran todos los apicultores y sus apiarios, sin importar si se dedican a polinización, producción de miel o genética.

No obstante, Gatti detalló que el tema está siendo abordado a través de la Comisión Nacional de Apicultura, que cuenta con una subcomisión dedicada específicamente a esta materia. Allí se trabaja en tres ejes principales: La certificación de competencias laborales para apicultores que prestan servicios de polinización, una consultoría, actualmente en desarrollo, para definir un estándar de buenas prácticas en polinización y un modelo auditable que permita certificar estos servicios.

Además, la creación, a futuro, de un catastro que cruce la oferta de polinizadores certificados con la demanda de cultivos y superficies que requieren de polinización. “Esto permitirá dar un marco de trabajo más claro y con respaldo técnico, fortaleciendo la profesionalización del sector”, sostuvo la autoridad.

Oportunidad global, desafío local

El dinamismo del mercado apícola chileno está estrechamente vinculado con la crisis que enfrentan las colmenas del hemisferio norte. Inviernos cada vez más extremos y el uso intensivo de pesticidas han reducido drásticamente la supervivencia de abejas en países como Canadá, Estados Unidos y varios países europeos. Esa brecha es la que ha convertido a Chile en un proveedor confiable de material biológico.

Pero esa ventaja puede ser frágil si no se avanza en medidas regulatorias. En palabras de Iraira, “no se trata solo de una oportunidad comercial, sino de un nuevo polo de desarrollo para la apicultura profesional chilena. Si no lo protegemos, podríamos perder lo que hemos ganado en competitividad y prestigio”.

En la misma línea, Flores advirtió que el sector no puede seguir dependiendo de la buena voluntad de las aerolíneas o de acuerdos informales. “Necesitamos institucionalidad, trazabilidad y reglas claras. Solo así podremos garantizar la continuidad del negocio y proyectarnos como líderes mundiales en genética apícola”, concluyó.





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