Nacional
Crónica
25/12/2025
En un giro significativo dentro de la industria automotriz global, los principales fabricantes occidentales están adoptando estrategias inspiradas en China para reducir drásticamente el tiempo y los costos de desarrollo de vehículos y así competir de mejor manera con los productores asiáticos, según un informe del Financial Times.
La creciente presión competitiva ha llevado a grupos como Ford, Renault, Volkswagen y Nissan a modificar sus métodos tradicionales, acelerando sus procesos de diseño y producción para responder más rápido a los cambios del mercado y a los avances tecnológicos.
El cambio responde a una clara ventaja que han logrado los fabricantes chinos, donde el desarrollo completo de un nuevo modelo puede completarse en 18 a 20 meses, casi la mitad del tiempo que solían tardar las automotrices tradicionales.
Un ejemplo de este nuevo enfoque es Renault, que con su centro de diseño en Shanghái ha reducido a menos de dos años el desarrollo de nuevos autos eléctricos pequeños, una velocidad que ahora se busca replicar en Europa gracias a una alianza con Ford.
Por su parte, Volkswagen ha acortado en un 30% el ciclo tradicional en sus modelos eléctricos desarrollados en China, mientras que Nissan lanzó un sedán eléctrico de bajo costo —el N7— que pasó de la fase de diseño a su llegada al mercado en alrededor de dos años, con planes de exportarlo a otros mercados.
Directivos del sector afirman que este proceso no solo implica una reingeniería de tiempos, sino también una transformación cultural profunda, pasando de estructuras jerárquicas rígidas a equipos más ágiles y orientados a la experimentación. Esto incluye una adopción más amplia de herramientas digitales para diseño, simulación y pruebas, así como una mayor estandarización de piezas.
Sin embargo, expertos advierten que la velocidad debe equilibrarse con la seguridad y la calidad, aspectos fundamentales que no pueden sacrificarse pese a la carrera por alcanzar a los rivales chinos.
Este fenómeno refleja una transformación global en la industria automotriz, donde los fabricantes tradicionales reconocen que la rapidez de desarrollo y la flexibilidad operativa serán claves para mantenerse relevantes frente a la pujanza de empresas chinas cada vez más competitivas en el mercado de vehículos eléctricos y tecnologías asociadas.