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26/10/2025
La diferencia entre un jefe y un líder no está en el cargo, sino en la forma en que enfrentan los días difíciles. En cualquier oficina, desde una pyme hasta una multinacional, uno puede distinguir rápido quién manda y quién guía. El jefe tradicional es ese que da órdenes desde su escritorio, con la sensación de que su palabra basta. En cambio, el líder se arremanga, escucha, y no teme ensuciarse las manos cuando el trabajo lo necesita.
Muchos confunden delegar con desentenderse. “Si soy líder, dejo que el equipo se haga cargo”, dicen algunos, y ahí es cuando la cosa se complica. Un buen líder entrega herramientas, no abandona el timón. Porque, seamos francos, se valora mucho al jefe “presente”, al que controla todo, y se mira con desconfianza al que confía demasiado. Por eso hay que saber equilibrar, acompañar sin asfixiar, guiar sin imponer.
Además, está ese mito de que los jefes no tienen jefes. En realidad, todos respondemos ante alguien. El emprendedor que se jacta de ser “su propio jefe” igual responde al banco, al SII o al cliente que pide cambios de última hora “porque tiene la razón”. Incluso el gerente general de una gran empresa tiene que rendir cuentas al directorio. La autonomía es relativa, y entender eso también es parte del liderazgo.
Uno no lidera desde el título, sino desde el ejemplo. Cuando el equipo ve que su jefe se involucra, que pregunta, que apoya y también reconoce errores, la dinámica cambia. El respeto no se impone, se gana. Lo otro, el miedo, solo genera distancia y desgaste. Y lo peor es que mata la iniciativa, esa chispa que todo grupo necesita para crecer.
Al final del día, cada uno decide qué tipo de jefe quiere ser. Lo importante es mirarse al espejo y preguntarse si uno inspira o solo manda. A veces basta con pedir retroalimentación, escuchar a los demás y ajustar el rumbo. Porque todos, terminamos siendo jefes de alguien y subordinados de otro. Y si hay una regla que nunca falla, tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran. Así de simple, y así de difícil.
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Autor: Máximo Martínez Campos