Quienes ya peinan algunas canas recordarán que Los Ángeles fue una comuna tranquila, en dónde los niños jugaban en la calle sin mayores problemas, dónde existían hechos muy aislados y que no alteraban la paz y armonía que toda sociedad requiere.

Todo esto a medida que pasan los años, ha ido cambiando ya que es repetitivo el clamor de la comunidad, quienes noche a noche oyen sendos estruéndos, balazos, carreras clandestinas, ajustes de cuenta, homicidios, robos, narcotráfico y la lista sigue de manera intermibable.

Nos sorprendíamos por lo que veíamos tan lejano de lo que ocurría en grandes urbes, pero la segunda pendemía nos tiene en fase 1, una cuarentena obligada en resguardo de nuestros hijos, hogares y fuentes de trabajo.

El discurso es repetido desde las instituciones, "Estamos colapsados", "No hay personal suficiente", "Nadie denuncia", bla, bla, bla...El tema en cuestión es el evidente desinterés de tener la proactividad para prevenir, pidíendole a las vícitmas que aporten muchas veces antecedentes de "Quién fue" o de practicamente, "Detenga usted al delincuente".

Reuniones más reuniones entre autoridades y las policías, pero la dicotomía es evidente entre la población y ellos. Mientras se espera una reacción y cambio a esto, deberemos seguir vigías a lo que esperemos no tengamos que titular en una nueva crónica roja. Dios nos cuide....