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Crónica
23/03/2023
Hace varios días que desde Chillán a la Araucanía se respira bien.
El humo se disipó, los combatientes extranjeros regresaron a sus países y el Ten Tanker voló a nuevos horizontes. Los incendios del verano 2023, que se recordarán como los más letales de las últimas décadas, ya se disolvieron en los vericuetos de la web y pantallas de televisión. Sin embargo, lo único que se terminó fue el fuego.
Los incendios siguen allí y seguirán estando en la vida de miles de personas. Hoy es una mancha destructiva, pero que a principios de febrero fue un infierno que se llevó todo por delante, en más de 305.869 hectáreas en las tres regiones.
De esa superficie, 200.824 corresponden a zonas de plantaciones de pinos y eucaliptus destinados a la industria forestal. Las cifras, se desprenden de análisis realizados por el Laboratorio de Ecología de Paisaje de la Universidad de Concepción (Lep UdeC).
Para ello, se utilizaron las imágenes del satélite Sentinel, junto a distintas variables para obtener mapas reveladores y lamentablemente brutales de los territorios quemados en las comunas de Tomé, Santa Juana y Nacimiento, sólo por nombrar algunas de las más afectadas.
Variables El Lep UdeC, realizó una investigación en diciembre de 2022, que concluyó en Penco, Tomé, Concepción, Santa Juana y Hualqui como las comunas más proclives a la ocurrencia de incendios forestales.
Esta vez, las imágenes satelitales, con una resolución de 10 metros, se utilizaron para determinar los grados y severidad de los siniestros, que resultaron en números desoladores; en Ñuble se quemaron 49.644 hectáreas, en Biobío 147.691 y en la Región de la Araucanía, más de 94.461, 86.
El que sigue, es un ranking con las tres comunas más afectadas en cuanto a superficie, ejercicio lamentable no sólo por las cifras, sino que por todas las aristas que involucra una tragedia. Santa Juana tiene 42.858,97 hectáreas siniestradas, lo que equivale al 55,14% de su superficie comunal. Le sigue Nacimiento, con 32.037,98 hectáreas, que es igual al 35,14 % de la comuna y luego Tomé, con 18.500,36 hectáreas, correspondientes al 37,34 % de su área comunal. Y si sumamos a Mulchén, representan el 75% de todos los incendios ocurridos en la Región del Biobío. La severidad, es otro de los lados del diagnóstico. “Con esta variable evaluamos el daño en la vegetación producto de los incendios forestales. Este índice es calculado a partir del uso de imágenes satelitales inmediatamente antes y posterior al paso del incendio forestal. La diferencia entre la energía que refleja la vegetación antes y después del incendio, permite evaluar los niveles de severidad en la cual fue afectada”, señala Rodrigo Fuentes Robles, investigador del Lep UdeC.
La Ruta de la Madera, que conecta a la Región del Biobío con la Araucanía, por el lado oriental de la Cordillera de Nahuelbuta, es hoy, una triste sala de clases al aire libre para comprender lo doloroso del factor severidad y su impacto en el terreno; desde Santa Juana a Nacimiento, hay extensos sectores donde nada de salvó del fuego, excepto una que otra vivienda, donde sus moradores tuvieron que pelear una dura batalla a quemarropa contra las llamas.
“En términos simples, una severidad alta a muy alta representa una cobertura ( follajes, ramas y troncos) completamente calcinados. Por el contrario, una severidad baja a intermedia mostrará solamente afectación en el follaje de los árboles o arbustos afectados por el fuego”, agrega el investigador.
Para calcular las distintas coberturas de suelo afectadas por los incendios, se utilizaron imágenes satelitales con una resolución de 30 metros.
Estas coberturas, van desde bosque nativo, hasta plantaciones forestales, terrenos agrícolas, matorrales y praderas, entre otros. Es así que dentro de las conclusiones obtenidas por los investigadores del Lep UdeC, se identificó que amplias zonas con presencia de monocultivos forestales fueron las más devastadas por los siniestros. A nivel regional, considerando esta variable de cobertura, el Biobío presenta 116.145 hectáreas quemadas con plantación para fines industriales, de un total de 154 mil; Araucanía tiene 52.014, 42 y Ñuble, 32.664,69.
En cuanto a bosque nativo afectado por los incendios, los números son diferentes; en el Biobío se calcinaron 7.934 hectáreas, en la Araucanía 5.236 y en Ñuble 1.440 hectáreas. Las cifras, revelan un denominador común en extensos paisajes, advierte el académico y director del Lep UdeC, Dr. Cristian Echeverría Leal.
“Actualmente, en el centro y sur de Chile existen vastas áreas de plantaciones forestales con especies exóticas que incluso llegan a formar unidades continuas de cerca de 300 mil hectáreas, extendiéndose por sobre 180 km de una región a otra de manera ininterrumpida. Son estos tipos de paisajes los que han estado sometidos a los últimos mega incendios”.
En el Biobío, un 76% de los terrenos afectados por el fuego corresponden a plantaciones forestales, 5% a bosque nativo, 10% matorral y 9% a cultivos agrícolas y praderas. El incendio de Santa Ana, que abarcó Santa Juana y Nacimiento, quemó 85.801 hectáreas y El Cortijo, azotó más de 24.300, desde Florida a Tomé.
En todas esas comunas, las desgracias lamentablemente no acaban; además de la destrucción, las superficies susceptibles de remoción en masa (deslizamientos y derrumbes de terrenos), se empinan por sobre las 39 mil hectáreas.
La palabra que viene aparejada con la tragedia, es reconstrucción.
En ese sentido, en un contexto de cambio climático y sequía, el territorio está en riesgo permanente, explica el académico de la Universidad de Concepción. “La restauración de los paisajes, que es un proceso a través del cual se busca recuperar la integridad ecológica y la capacidad del paisaje para proveer servicios ecosistémicos esenciales para el bienestar humano, se debe hacer en la dirección de reducir la vulnerabilidad de los territorios ante riesgos de incendios forestales, entre otros”.
Además, recalca que es importante disponer de paisajes heterogéneos, es decir, un mosaico de ecosistemas naturales y modificados, porque eso posibilita la existencia de distintas cargas de combustible vegetal, con diversidad de condiciones ambientales. “Recordemos, que, desde antes, el estado de degradación de esos territorios estaba muy lejos de la trayectoria de la sustentabilidad, con un paisaje sometido a un intenso uso de suelo por parte de la industria forestal. Es decir, no podemos conducir la restauración al estado que tenía el paisaje un día antes del incendio, sino que hacia un nuevo paisaje multifuncional y menos vulnerable”, añade el director del Lep UdeC.